¿Qué está pasando con la temporada de huracanes? » Yale Climate Connections


Un error común es asumir que un inicio lento significa una temporada débil. La historia muestra que no es así. En 2004, por ejemplo, la actividad comenzó lentamente y terminó con huracanes devastadores como Charley, Frances, Iván y Jeanne. Algo similar ocurrió en 2017, cuando el pico de la temporada con Harvey, Irma y María fue particularmente destructivo, pese a un arranque modesto. Por eso, los climatólogos advierten que el retraso en las primeras tormentas no debe generar falsa seguridad. La energía acumulada en el océano, el debilitamiento del polvo sahariano y las condiciones atmosféricas en evolución sugieren que la temporada aún tiene mucho que mostrar, especialmente en septiembre.

En las décadas pasadas, las temporadas de huracanes en el Atlántico solían comenzar antes de lo habitual. Entre 2015 y 2021, fue común ver tormentas formándose incluso antes del 1 de junio, fecha oficial del inicio de temporada. Algunos sistemas como Ana en 2015, Alberto en 2018 o Arthur en 2020 se desarrollaron en mayo, e incluso el Huracán Alex en 2016 se formó en enero, rompiendo con todo lo tradicional. Esto llevó a muchos científicos a considerar que habíamos entrado en una nueva normalidad de temporadas hiperactivas y tempranas, impulsadas en gran parte por océanos más cálidos de lo habitual.

Sin embargo, la temporada 2025 ha sorprendido con un giro inesperado: la primera tormenta nombrada, Andrea, no apareció hasta el 19 de junio. Esto la convierte en el inicio más tardío desde 2014. Ante este inicio lento, algunos se preguntan si la actividad ciclónica será menor este año. La respuesta corta es no necesariamente y estamos viendo alguna actividad en el Atlántico.

Una de las variables que más influye en la formación de ciclones tropicales es la temperatura del océano, y en este 2025, el Atlántico tropical y el mar Caribe presentan anomalías térmicas positivas significativas, sobre todo en el área del Golfo de México, es decir, el mar está más caliente, y eso proporciona una enorme fuente de energía para que los sistemas tropicales se desarrollen, intensifiquen y, en algunos casos, se fortalezcan rápidamente.

Otro elemento que ha contribuido a este comienzo lento es la fuerte presencia de polvo del Sahara sobre el Atlántico tropical (es otro caso en el Atlántico norte). Cada año, estas nubes de aire seco y cargado de partículas viajan desde el desierto africano hacia el Caribe y América, inhibiendo la formación de tormentas al reducir la humedad atmosférica y estabilizar la atmósfera. Durante junio y parte de julio de 2025, se han observado concentraciones intensas de este polvo en el Caribe, lo que ha suprimido el desarrollo de ciclones en el Atlántico tropical profundo, a pesar de las temperaturas elevadas del océano. Sin embargo, estos episodios suelen disminuir hacia finales del verano, abriendo paso a condiciones más favorables para la formación de huracanes en la parte pico de la temporada en los meses de agosto y septiembre.

Además, se espera los vientos cortantes que debilitan los huracanes disminuyan en los próximos meses, debido a que estamos en una situación de El Niño neutral (las temperaturas de la superficie del mar en el Pacífico tropical se acercan al promedio) desplazándose a condiciones de La Niña (un enfriamiento de las temperaturas de la superficie del mar en el Pacífico) para septiembre y octubre, dejando un ambiente más propicio para la formación de tormentas porque no el agua en el Pacífico no se evapora tan rápido, disminuyendo los vientos cortantes en el Atlántico que dificultan el desarrollo de tormentas. Todo esto sugiere que, aunque el inicio fue lento, la actividad ciclónica podría intensificarse rápidamente a partir de agosto y alcanzar su punto máximo en septiembre, como suele ocurrir históricamente.

Un indicador bien importante es el índice de Energía Ciclónica Acumulada (ACE, por sus siglas en inglés) es una medida que combina la cantidad y la intensidad de los ciclones tropicales. Cuanto más alta la energía acumulada, más activa ha sido la temporada. Según los pronósticos de la Universidad de Colorado quien estima que el ACE de 2025 rondará entre 146 y 155 unidades, lo que lo ubica en el rango de actividad superior a lo normal. Para ponerlo en contexto, el promedio del ACE entre 1991 y 2020 fue de 122 unidades, y el promedio de la década reciente (2015–2024) ha sido de aproximadamente 142 unidades. En las recientes temporadas de 2023 y 2024 alcanzaron un ACE de 146 y 162 respectivamente, mientras que la hiperactiva temporada de 2017 alcanzó un ACE de 224, una de las más intensas registradas. Por tanto, si se cumplen las proyecciones, 2025 se perfila como otra temporada activa, posiblemente con múltiples huracanes intensos, aunque haya comenzado tarde.

Para las poblaciones del Caribe, la costa atlántica de Estados Unidos y el golfo de México, la clave sigue siendo la preparación. No importa si la primera tormenta llega en junio o en agosto: lo crucial es estar atentos al pronóstico diario, reforzar planes de emergencia comunitarios y familiares, y tener claro que un solo huracán puede marcar una temporada entera. Con océanos tan cálidos y condiciones atmosféricas cada vez más impredecibles, lo mejor es no bajar la guardia.

La naturaleza, no siempre sigue nuestro calendario.

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