Para los habitantes de Mbiabet Esieyere y Mbiabet Udouba, en el extremo sur de Nigeria, la puesta de sol traía consigo a niños haciendo sus tareas a la luz de lámparas de queroseno y el tenue zumbido de generadores que emanaba de los hogares que podían permitirse su funcionamiento. Como muchas comunidades rurales, estas dos aldeas de pescadores y agricultores de la comunidad de Mbiabet, escondidas en claros dentro de un denso bosque de palmeras, nunca habían estado conectadas a la red eléctrica del país.
La mayoría de los habitantes tampoco había oído hablar de la energía solar. Cuando, en 2021, una empresa de energías renovables propuso instalar una “minirred” solar en su comunidad, los vecinos se burlaron de la idea de que el Sol alimentara sus hogares. “No nos imaginábamos que algo así pudiera existir”, dice Solomon Andrew Obot, de unos 30 años de edad y habitante del lugar.


(CRÉDITO: VICTORIA UWEMEDIMO)
La pequeña instalación de paneles solares, baterías y líneas de transmisión propuesta por la empresa Prado Power daría servicio a 180 hogares de Mbiabet Esieyere y Mbiabet Udouba, proporcionándoles una electricidad mucho más fiable por una fracción del costo de los generadores que funcionan con diésel. Los dirigentes de la aldea aceptaron la instalación, aunque muchos vecinos se mostraron escépticos. Pero cuando los paneles se instalaron en 2022, las luces parpadearon en las casas de dos habitaciones pintadas de vivos colores y en las chozas de adobe dispersas por la comunidad. En una reunión celebrada en septiembre, los vecinos se echaron a reír al recordar cómo iban de casa en casa, encendiendo las luces y enchufando los cargadores de los teléfonos. “Me quedé estupefacto”, dice Andrew Obot.
Al igual que muchos países africanos, Nigeria se ha quedado rezagada con respecto a los países del Norte Global en el abandono de los combustibles fósiles, que calientan el planeta, en favor de las energías renovables. La energía solar solo aporta alrededor del 3 % de la electricidad total generada en África —aunque es el continente más soleado del mundo—, frente a casi el 12 % en Alemania y el 6 % en Estados Unidos.
Al mismo tiempo, en muchos países africanos, la energía solar puede ofrecer mucho más que beneficios medioambientales. Unos 600 millones de africanos carecen de acceso fiable a la electricidad; en Nigeria, concretamente, casi la mitad de los 230 millones de habitantes no tienen acceso a redes eléctricas. Hoy en día, la energía solar es lo suficientemente barata y versátil como para ayudar a millones de personas a obtener electricidad asequible y fiable, lo que supone una situación beneficiosa tanto para las vidas y los medios de subsistencia como para el clima.
Por eso Nigeria apuesta por las minirredes solares —pequeñas instalaciones que producen hasta 10 megavatios de electricidad, suficiente para abastecer a más de 1.700 hogares estadounidenses— que pueden instalarse en cualquier lugar. Y lo que es más importante, el país ha sido pionero en el desarrollo de minirredes a través de políticas inteligentes para atraer inversiones, dando ejemplo a otras naciones africanas.
Unas 120 minirredes ya han sido instaladas, las cuales suministran energía a unos 50.000 hogares y llegan a unas 250.000 personas. “Nigeria es el ejemplo perfecto del desarrollo de minirredes en África”, afirma el experto en energía Rolake Akinkugbe-Filani, director gerente de EnergyInc Advisors, una consultora de infraestructuras energéticas.
Aunque se necesitará más trabajo —y financiación— para extender las minirredes por todo el continente, la experiencia de Nigeria demuestra que podrían desempeñar un papel clave en el destete de las comunidades africanas de la energía basada en combustibles fósiles. Pero a sus habitantes les preocupa más otro beneficio inmediato: mejorar sus medios de subsistencia. La energía asequible y fiable de la minirred de Mbiabet ya ha impulsado los negocios locales, como ha ocurrido en muchos lugares donde organizaciones sin ánimo de lucro como Clean Technology Hub han apoyado el desarrollo de minirredes, afirma Ifeoma Malo, fundadora de la organización. “Hemos visto cómo eso ha transformado completamente esas comunidades”.


(CRÉDITO: VICTORIA UWEMEDIMO)
La transición energética africana toma forma
En conjunto, los países africanos representan menos del 5 % de las emisiones mundiales de dióxido de carbono, y muchos expertos, como Malo, discrepan de la idea de que necesiten eliminar rápidamente los combustibles fósiles; esa tarea debería ser más urgente para Estados Unidos, China, India, los países europeos y Rusia, que generan la mayor parte de las emisiones. No obstante, muchos países africanos se han fijado ambiciosos objetivos de eliminación. Algunos ya han recurrido a fuentes de energía renovables localmente abundantes, como la energía geotérmica de la corteza terrestre, que suministra casi la mitad de la electricidad producida en Kenia, y la energía hidroeléctrica, que crea más del 80 % de la electricidad en la República Democrática del Congo, Etiopía y Uganda.
Pero la energía hidroeléctrica y la geotérmica solo funcionan allí donde esos recursos existen de forma natural. Y el desarrollo de fuentes de energía geográficamente más versátiles, como la solar y la eólica, ha progresado más lentamente en África. Aunque a largo plazo la energía solar es más barata que la generada a partir de combustibles fósiles, los costos de construcción iniciales suelen ser más elevados que los de las nuevas centrales de combustibles fósiles.


Conseguir préstamos para financiar grandes proyectos energéticos también es especialmente difícil en África. En comparación con Europa o Estados Unidos, los tipos de interés de los préstamos pueden ser dos o tres veces más altos debido a los riesgos percibidos, por ejemplo, que las empresas de servicios públicos con problemas de liquidez, que ya luchan por cobrar las facturas de los clientes, no puedan devolver los préstamos. Los rápidos cambios políticos y las fluctuaciones monetarias se suman a la incertidumbre. Además, algunos países de África Occidental, como Nigeria, aplican aranceles elevados a la importación de tecnologías como los paneles solares. “Hay retos que sin duda obstaculizan el ritmo al que podría escalar el desarrollo de las energías renovables en la región”, afirma Tim Reber, experto en energías renovables del Laboratorio Nacional de Energías Renovables de Estados Unidos, con sede en Colorado.
Algunos países africanos están empezando a superar estas barreras y a impulsar el desarrollo de las energías renovables, señala Bruno Merven, experto en modelización de sistemas energéticos de la Universidad de Ciudad del Cabo, Sudáfrica, coautor de una revisión sobre el desarrollo de las energías renovables en el Annual Review of Resource Economics. Marruecos, por ejemplo, ha eliminado las subvenciones a la gasolina y al combustible industrial. Sudáfrica está accediendo a comprar energía a una nueva infraestructura renovable que está sustituyendo a muchas centrales de carbón que ahora se están retirando.
Nigeria, donde solo una cuarta parte de la red nacional genera electricidad y donde muchos recurren a generadores para abastecerse, se apoya en las minirredes, ya que ampliar la red nacional a sus comunidades remotas, diseminadas por una superficie 1,3 veces mayor que Texas, costaría una cantidad prohibitiva de decenas de miles de millones de dólares. Muchos otros países están en la misma situación. “La única manera de ayudar a electrificar todo el continente es invertir fuertemente en minirredes de energías renovables”, afirma Stephen Kansuk, asesor técnico regional para África del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo sobre mitigación del cambio climático y cuestiones energéticas.
Los expertos alaban las medidas adoptadas por Nigeria para impulsar este desarrollo. En 2016, la Comisión Reguladora de la Electricidad del país proporcionó directrices legales sobre cómo los promotores, las empresas de distribución de electricidad, los reguladores y las comunidades pueden trabajar juntos para desarrollar las pequeñas redes. Esto se acompañó de un programa a través del cual organizaciones como el Banco Mundial, la Global Energy Alliance for People and Planet, Bezos Earth Fund y la Fundación Rockefeller podían aportar fondos, haciendo que las inversiones en minirredes fueran menos arriesgadas desde el punto de vista financiero para los promotores.
La reciente decisión del presidente nigeriano, Bola Ahmed Tinubu, de suprimir una antigua subvención gubernamental a los productos petrolíferos también hizo más atractiva la energía solar. Los costos de los combustibles fósiles se han disparado desde entonces, tanto para los vehículos como para los generadores de los que dependen muchas comunidades. Nigeria ha sido históricamente el mayor productor de crudo de África, pero el combustible es ahora inasequible para el nigeriano promedio, incluidos los habitantes de las zonas rurales, que a menudo viven con menos de 2 dólares al día. En el estado de Akwa Ibom, rico en crudo, donde se encuentran las aldeas de Mbiabet, la gasolina costaba 1.500 nairas por litro (alrededor de 1 dólar) en el momento de publicar este artículo. “Ahora que han desaparecido las subvenciones a la gasolina”, dice Akinkugbe-Filani, “vemos que mucha más gente se pasa a fuentes alternativas de energía”.
Despegue de las minirredes
Para planificar una minirred en Nigeria, los promotores suelen trabajar con organismos públicos que han trazado los emplazamientos ideales: lugares soleados donde no hay planes de ampliar la red nacional, lo que garantiza que existe una necesidad real de energía.


El siguiente paso es conseguir la participación de las comunidades, lo que puede llevar meses. Malo recuerda una remota aldea indígena en las colinas del estado de Adamawa, en el noreste de Nigeria, donde los lugareños han conservado su modo de vida durante cientos de años y desconfían de los forasteros. Su equipo casi había renunciado a contactar con los reticentes líderes masculinos de la comunidad y decidió intentar llegar a las mujeres. Resultó que a las mujeres les fascinaba la tecnología y cómo podía ayudarlas, sobre todo por la noche, a buscar agua en los arroyos, ir al baño y mantener a sus hijos a salvo de las serpientes. “Descubrimos que, si las convencemos, ellas son capaces de ir a convencer a sus maridos”, dice Malo.
La comunidad de Mbiabet necesitó menos convencimiento. Los residentes se sintieron atraídos por la promesa de una electricidad barata y fiable y su potencial para impulsar los negocios locales.
Como muchas otras minirredes, la de Mbiabet se benefició de una pequeña subvención, en este caso del Rocky Mountain Institute, una organización estadounidense sin ánimo de lucro dedicada a la adopción de energías renovables. Los fondos permitieron a los residentes conservar un 20 % de propiedad de la minirred y redujeron los costos iniciales de Prado Power, que construyó los paneles con la ayuda de trabajadores locales.
Es una tarde soleada de finales de septiembre, aunque los aguaceros de los días anteriores han dejado su huella en el suelo. No hay carreteras asfaltadas y, hoy, el camino de tierra que atraviesa la selva tropical hasta el grupo de aldeas no es transitable en coche. En un punto, construimos un puente improvisado de hierba y vegetación sobre un lodazal; el último tramo del viaje se hace a pie. Ampliar la red nacional hasta aquí sería costoso y laborioso.
Las palmeras dan paso a tejados de hojalata sostenidos por postes de madera, y Andrew Obot espera en el punto de encuentro. Era el vicepresidente de los jóvenes de Mbiabet cuando Prado Power estableció contacto por primera vez con la comunidad; ahora es el jefe de obra. Conduce su okada —una moto local— por el camino de tierra roja llena de baches para ir a ver los paneles solares.
Por el camino, vemos líneas de transmisión que atraviesan el espeso follaje. “Esa es la energía solar”, grita Andrew Obot por encima del zumbido del motor de la okada. Todas las líneas fueron construidas por Prado Power para abastecer a los hogares de los dos pueblos.


Entramos en un claro cubierto de hierba donde hay tres hileras de paneles solares detrás de verjas de alambre. En conjunto, los 39 paneles tienen una capacidad de más de 20 kilovatios —suficiente para abastecer solo a un hogar estadounidense de gran consumo energético, pero más que suficiente para las bombillas, placas de cocina y ventiladores de los 180 hogares de Mbiabet Esieyere y Mbiabet Udouba—.
Mientras que antes la electricidad se utilizaba de forma más conservadora, ahora está por todas partes. En una pequeña peluquería sobre la carretera principal que atraviesa Mbiabet Esieyere suena una melodía afrobeats. Dentro, rodeadas de paredes cubiertas de brillantes carteles con los peinados de moda —incluido un retrato de Davido, un popular músico, con el lema “BBC —Big Boyz Cutz—”, dos chicas jóvenes esperan a que les afeiten la cabeza, sentadas en un banco junto a un ventilador.


El propietario del salón, Christian Aniefiok Asuquo, empezó su negocio hace dos años, cuando tenía 16, justo antes de que se instalaran los paneles. Por aquel entonces, sus aparatos funcionaban con un generador diésel que llenaba a diario con combustible por valor de 2.000 nairas (unos 1,20 dólares). Le duraba alrededor de una hora. Ahora, solo gasta 2.000 nairas al mes en electricidad. “Me siento muy bien”, dice, y sus clientes también están contentos. Antes cobraba 500 nairas (0,30 dólares) por corte de pelo, pero ahora cobra 300 nairas (0,18 dólares) y sigue obteniendo beneficios. Ahora tiene más clientes.
Para muchos habitantes de Mbiabet, “es un impulso general a su desarrollo económico”, afirma Suleiman Babamanu, director del programa del Rocky Mountain Institute en Nigeria. También contribuye a animar a los residentes a aprovechar al máximo la nueva energía disponible la instalación de un “centro de procesamiento agrícola”, equipado con máquinas de procesamiento de cosechas y un congelador comunitario para almacenar productos, como el pescado. Proporcionado por la empresa Farm Warehouse en colaboración con Prado Power, el centro se alquila a los vecinos. Incluye una trituradora y una freidora para procesar la yuca —el principal cultivo de la comunidad—y convertirla en garri, un alimento básico local que muchas de las mujeres del pueblo venden a las comunidades vecinas y en los mercados locales.
Las mujeres deben pagar unos 200 nairas (0,12 dólares) por procesar una pequeña cuenca de garri deprincipio a fin. Sarah Eyakndue Monday, una agricultora de yuca de 24 años solía pasar de tres a cuatro horas procesando yuca cada día; ahora tarda menos de una hora. “Es muy fácil”, dice riendo. En ese tiempo produce suficiente garri para ganar hasta 50.000 nairas (30,25 dólares) a la semana, casi cinco veces más de lo que ganaba antes.
Prado Power también instaló un sistema de baterías para ahorrar algo de energía para la noche (hay un generador diésel de reserva por si las baterías se agotan durante varios días nublados). Esto ha resultado especialmente valioso para las mujeres de Mbiabet Esieyere y Mbiabet Udouba, que ahora se sienten más seguras. “Todo es más luminoso que antes”, dice Eyakndue Monday.
Otras comunidades africanas han experimentado beneficios similares, según Renewvia Energy, una empresa solar estadounidense. En un reciente estudio financiado por la empresa, se entrevistó a 2.658 hogares y empresarios nigerianos y kenianos antes y después de acceder a las minirredes de Renewvia. Sorprendentemente, los ingresos medios de los hogares kenianos se habían cuadruplicado. En lugar de pasar horas cada día caminando kilómetros para recoger agua potable, muchas comunidades pudieron instalar pozos o bombas alimentados por electricidad, junto con purificadores de agua.
“Con todo ese tiempo extra, las mujeres de la comunidad pudieron crear sus propias empresas o simplemente participar en empresas que ya existían”, dice la ingeniera Renewvia Nicholas Selby, “y, con ello, logran algunos ingresos para ellas mismas”.


Navegar los retos de las minirredes
Los sistemas solares requieren un mantenimiento regular: sustitución de baterías agotadas, limpieza, reparación y solución de problemas técnicos a lo largo de los 20 a 25 años de vida útil de un panel. Si los proyectos no incluyen planes de mantenimiento, corren el riesgo de fracasar. En algunas partes de la India, por ejemplo, miles de minirredes instaladas por el gobierno en las últimas décadas se han deteriorado, según un informe facilitado al Washington Post. Normalmente, los organismos estatales tienen pocos incentivos a largo plazo para mantener la infraestructura solar, afirma Kansuk.
Kansuk dice que esto es menos probable en situaciones en las que empresas privadas que ganan dinero con las redes ayudan a financiarlas, animándolas a instalar dispositivos de alta calidad y a mantenerlos. También ayuda formar a la población local con conocimientos de ingeniería para que puedan mantener los paneles ellos mismos —empresas como Renewvia lo han hecho en sus instalaciones—. Aunque Prado Power no ha podido ofrecer este tipo de formación a los habitantes de Mbiabet ni de sus otros emplazamientos, contrata a lugareños como Andrew Obot para trabajar como guardias de seguridad, jefes de obra y obreros de la construcción.
A largo plazo, los cambios demográficos también pueden dejar abandonadas algunas minirredes en zonas aisladas —como en el norte de Nigeria, por ejemplo, donde la delincuencia y los secuestros obligan a las poblaciones rurales a desplazarse a entornos más urbanos—. “Esto se ha convertido en un gran problema”, afirma Malo. En parte por esta razón, algunos promotores se están centrando en construir minirredes en regiones menos propensas a la violencia y con mayor actividad económica, a menudo construyendo minirredes interconectadas que abastecen a varias comunidades.
Con el tiempo, los que estén lo bastante cerca de la red nacional se conectarán al sistema general, dice Chibuikem Agbaegbu, experto nigeriano en clima y energía del Africa Policy Research Institute. Así, podrán enviar su excedente de electricidad solar a la red principal, con lo que el sistema energético general de la región será más ecológico y fiable.
Pero el mayor problema de las minirredes es su costo. Aunque suelen ofrecer electricidad más barata y fiable que los generadores alimentados con combustibles fósiles, sigue siendo bastante cara para mucha gente —y a menudo mucho más que la energía de las redes nacionales, que suele estar subvencionada por los gobiernos africanos—. Los costos pueden ser aún mayores cuando las comunidades se extienden por grandes zonas cuya conexión resulta cara.
Las empresas de minirredes tienen que cobrar tarifas relativamente altas para cubrir gastos, y puede que muchas comunidades no compren suficiente energía para que una minirred sea rentable para los promotores —por ejemplo, dice Kansuk, si los residentes solo quieren electricidad para la iluminación y el funcionamiento de pequeños electrodomésticos—.
Kansuk añade que esta es la razón por la que promotores como Prado Power siguen dependiendo de donaciones u otras fuentes de financiación para subvencionar los costos de construcción y poder cobrar a la población local precios asequibles por la electricidad. Otra solución, como se ha demostrado en Mbiabet, es introducir maquinaria y equipos industriales junto con las minirredes para aumentar los ingresos locales y que la gente pueda pagar las tarifas eléctricas.
“Para poder transformar realmente la vida en las comunidades rurales, hay que mejorar la viabilidad empresarial, tanto de la minirred como de la comunidad”, afirma Babamanu. El Rocky Mountain Institute forma parte de una iniciativa que identifica productos eléctricos adecuados, desde cámaras frigoríficas a molinos de arroz o cargadores de vehículos eléctricos, y apoya su instalación en las comunidades con las minirredes.
Extender las minirredes por todo el continente
Los expertos en energía creen que este tipo de soluciones serán clave para expandir las minirredes por África. Alrededor de 60 millones de personas en el continente obtuvieron acceso a la electricidad a través de minirredes entre 2009 y 2019, en países como Kenia, Tanzania y Senegal, y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo está trabajando con un total de 21 países africanos, dice Kansuk, entre ellos Mali, Níger y Somalia, para incentivar a las empresas privadas a desarrollar minirredes allí.
Pero hace falta algo más que políticas sólidas para que las minirredes prosperen. Malo dice que ayudaría si los países de África Occidental eliminaran los aranceles a la importación de paneles solares, como han hecho muchos gobiernos de África Oriental. Y aunque Agbaegbu estima que Nigeria ha visto más de 900 millones de dólares en inversiones solares desde 2018 —y la nación anunció recientemente 750 millones de dólares más a través de un programa financiado por multinacionales que tiene como objetivo proporcionar a más de 17,5 millones de nigerianos acceso a la electricidad—, necesita más. “Si miras lo que se necesita frente a lo que está disponible”, dice Agbaegbu, “encuentras que todavía hay una brecha significativa”.
Muchos de los que trabajan en este campo sostienen que ese dinero debería proceder de los países más industrializados y emisores de carbono para ayudar a pagar el desarrollo energético en los países del Sur Global de forma que no se agrave el problema climático; algunos también abogan por fondos para compensar los daños de causados por los impactos climáticos, que golpean con mayor dureza a estos países. En la conferencia sobre cambio climático COP29 de 2024, las naciones ricas fijaron un objetivo de 300.000 millones de dólares anuales para financiar iniciativas climáticas en otros países de aquí a 2035, tres veces más de lo que habían prometido anteriormente. Pero solo los países africanos necesitan unos 200.000 millones anuales de aquí a 2030 para cumplir sus objetivos energéticos, según la Agencia Internacional de la Energía.
Mientras tanto, añade Malo, es importante que los bancos locales de países como Nigeria inviertan también en el desarrollo de minirredes para reducir la dependencia de la financiación extranjera. Esto es especialmente cierto en vista de la actual congelación de la financiación de USAID, que ha provocado la pérdida de fondos para proyectos solares en Nigeria y otros países.
Reber afirma que, con el apoyo suficiente, las minirredes, junto con los proyectos solares en tejados y otros de mayor envergadura, podrían contribuir considerablemente a reducir las emisiones de carbono en África. Los que ya tienen minirredes parecen convencidos de que están en el camino hacia un futuro mejor y económicamente más rico, y Babamanu sabe de comunidades que han escrito cartas a los responsables políticos para expresar su interés.
Eyakndue Monday, la agricultora de yuca de Mbiabet, no mantiene las noticias de su comunidad en secreto. Las personas con las que ha compartido las buenas nuevas vienen ahora a su pueblo a cargar sus teléfonos y ver la televisión. “Les conté a muchos de mis amigos que nuestro pueblo es… mejor gracias a la luz”, dice. “Ellos simplemente se alegraron”.
Artículo traducido por Debbie Ponchner.
Este artículo apareció originalmente en Knowable en español , una publicación sin ánimo de lucro dedicada a poner el conocimiento científico al alcance de todos. Suscríbase al boletín de Knowable en español